martes, 27 de enero de 2009

los feos con las feas


Cuando estaba de cocinero en Andorra entró a trabajar un camarero tan absolutamente feo y falto de gracia que a todos nos cayó bien y quisimos encontrarle pareja, tarea de salmones. Por fin apareció una cocinera cuya monstruosidad armonizaba con la del camarero. Nuestros intentos fueron vanos, no solo no se gustaron si no que se odiaron entre sí desde el primer momento y buscaron siempre la manera de desprestigiarse como trabajadores y como personas hasta que uno de los dos se fue justo cuando todos vaticinábamos un baño de sangre. Aquí tenemos un claro ejemplo de la absoluta falta de empatía que los guapos o normales tienen hacia los tarados o excesivamente feos. ¿Quien, al conocer a un tipo horriblemente feo y falto de espíritu, no ha recordado a una prima soltera de las mismas características con la que piensa que haría una formidable pareja?¿ Pero realmente un señor feo como una mochila se excita con mujeres contrahechas o a la inversa? ¿Acaso al llegar a la tercera edad nos excitan las putas viejas o, por el contrario, seguimos sintiéndonos atraídos por las jovencitas núbiles? Sí, amiguitos, las personas feas también quieren retozar con cuerpos bellos y esbeltos, que expresan (como dice Punset) una salud de hierro y garantizan la supervivencia de la especie. Solo una aclaración, para terminar: el hombre deforme puede ir de putas y follarse a una rusa de quitar el hipo y la mujer deforme, en la mayoría de los casos , se tendrá que joder con un enano o un depravado sexual probablemente peligroso(aunque esta es una opinión muy arriesgada que expreso aquí más por graciosa que por coherente).

2 comentarios:

Atlántida dijo...

Si es que menuda estúpidez la nuestra de querer juntar a dos parecidos, cuando todos sentimos una terrible fascinación por la belleza!!

javiguerrero dijo...

Bueno, a mí me gusta que tengán a alguna tara, Buckowski cuenta una anecdota de un caballo pura sangre que querían juntar con una hembra de mucha clase y se la ponían muy guapa y recien cepillada, pero el cabayo se cortaba. a uno se le ocurrio llenarla de barro y la montó sin problemas, el pobre se cohibía ante tanta perfección.