domingo, 7 de marzo de 2010

UN BUITRE DEL TAMAÑO DE UN CERDO

Una de las enfermeras tenía gafas de montura roja con ojos verdes y la otra nariz chatita, culo respingón para servir el te y hoyuelos en los mofletes. “Buenas noches, ¿necesitas algo?”. Siempre venían a eso de las diez a darme las buenas noches y preguntarme si necesitaba algo. “Pues quiero que se acabe el hambre en el mundo y que todos los seres humanos posean una vivienda digna”. No se rieron porque pensaron que deliraba. Si dices un chiste durante la agonía de la muerte nadie se ríe porque sus pensamientos no están en el contexto adecuado, y no se paran a pensar que a lo mejor hace un año eras un payaso graciosísimo y que lo que te hace falta en ese momento es que dejen todos de arquear las cejas hacia arriba y la boca hacia abajo. Piensan que deliras.
Más tarde, a eso de las 12 de la noche, vinieron las dos enfermeras cuarentonas con sus cuerpos duros y sus rasgos angulosos de dóminas malvadas. Una se ponía a un lado de la cama y la otra al otro. No recuerdo lo que venían a hacer porque estaba muy concentrado en la distancia que había entre sus coños y mis manos. Llevaban esos pantalones semitrasparentes blancos que llevan ahora (mucho mejor que el traje de enfermera de las películas de putas, en mí opinión), que se deben bajar con facilidad de un manotazo. Yo estaba crucificado de goteros y con una sonda en la nariz, pero la distancia entre mis manos y los coños era poca y eso me hacía sufrir. Si alargaba las dos manos a las dos entrepiernas ¿serían capaces de negarle ese pequeño capricho a un pobre enfermo agonizante? Decidí pedirles permiso y como me dijeron que no les pedí una paja. Ni una paja ¿os lo podéis creer?
“¿Le vais a negar una paja a un enfermo terminal?”. Ahora que estaba hablando en serio les dio por reírse, a las hijas de la gran puta.
Por la mañana vino ha limpiarme la herida una que estaba haciendo prácticas, jovencita y alocada.
“Si me vas a hacer daño tienes que susurrarme antes al oído que he sido un niño muy malo y me vas a tener que castigar”, le dije
Me agarró la oreja y me dijo al oído lo siguiente:
“ Te la chuparía, abuelo, pero con la sonda puesta me da no sé qué”
¡Que dulce y sensible era! Tenía la voz ronca y espalda de nadadora. Estuve por provocar un accidente con mis intestinos para que me limpiara el culo pero luego pensé que eso mataría el amor y que probablemente ni siquiera a mí me pondría palote. El amor y los excrementos nunca deben compartir mesa.
El imbécil de la cama de al lado quería hacerse el gracioso también y, como era joven y no agonizaba, le reían las gracias y me quitaba todo el protagonismo. Solo sabía decir chistes que ya llevaban años circulando por ahí y frases hechas. Nunca improvisaba. Encima era argentino y las ponía calientes como perras. No se puede competir con los argentinos. Luego no sé qué pasó por la tarde que se lo llevaron a toda hostia y se murió. No voy a decir que me entristeció la noticia.
Por la tarde se posó un buitre en el alfeizar de la ventana. Estaba a huevo. Agarré la botella de zumo y le tiré a dar al pajarraco (mi sobrina siempre me traía zumo a pesar de que yo no podía beberlo). Se libró de milagro. Ahora aprendería a no molestar a los enfermos terminales. Se me había salido el gotero y chorreaba sangre por el brazo. Cuando vino el enfermero de las manos peludas y vio lo que había, se me quedó un momento mirando con cara de susto. Yo debía tener un aspecto extraño, con los mechones dementes en la cabeza y a saber qué mirada: “¡¡ QUE VUELVA A POR OTRA JODER, ERA UN BUITRE DEL TAMAÑO DE UN CERDO!!"
No me creyeron pero tampoco me ataron. Luego, ya de noche, me incorporé un poco. Hice como que fumaba llevándome las manos a los labios y me dejé el cigarro imaginario en la boca. Era un bisontes sin boquilla de los que gastaba cuando me iba a segar a los 20 años . La guadaña cortaba la hierba limpiamente y el olor de esta se mezclaba con la del cigarro que colgaba en mis labios. En aquel castaño, el buitre. Y así me encontraron de mañana, con la colilla del cigarro imaginario en la boca y muerto y bien muerto. Ahora sí que alguien iba a tener que tocarme la polla, aunque solo fuera para quitarme la sonda.
En la imagen, una de viejos. Son 4 páginas

3 comentarios:

Don_Mingo dijo...

Sobrecogedor. Lo del buitre del tamaño del cerdo, digo :)

javiguerrero dijo...

Nada como frivolizar sobre la vejez y muerte para quitársela de la cabeza. ¿Y no te parece más sobrecogedor que las putas enfermeras no le hayan hecho una paja al viejo? son malas.

Don_Mingo dijo...

pues sí, es una vergüenza. Algunas personas ejercen sin vocación