lunes, 3 de mayo de 2010

COMO LOS SAPOS CIEGOS XXXIII

En fin, le he puesto ese título al número 33 porque no sabía que hacer con la portada y eso, pero de mágico nada, son todo cosas terrenales de las que llegan al alma. Un torbellino de sentimientos que ahondará en lo más profundo de vuestros corazones si es que tenéis corazón y, si no lo tenéis, a lo mejor os entra la risa. Puede que sea uno de los números más estúpidos de los que hay porque me dolía mucho una muela. Pese a que ocurrieron toda suerte de accidentes graves ante mis ojos y las personas con las que comparto el autobús diariamiente parecían más subnormales que nunca, los clientes de mi peluquería tenían siempre el aspecto de haberse golpeado con un columpio de pequeños e incluso una amiga se me abrazó llorando porque se le había muerto el gato, no conseguía redireccionar toda esa mierda hacía la meta final, que es siempre un nuevo número de los sapos ciegos. Cuando ya estaba a punto de tirar la toalla, decidí que, ya que me dolían las muelas, podía aprovechar para hacer unas tiras de mierda que no le gustasen a nadie, con una portada hortera de colorines y un título innecesario. Y así fue.
Aunque a mí me hace gracia el chiste de la vieja decapitada, qué coño.

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