lunes, 21 de febrero de 2011

COMO UN ESPAGUETI




¿Saben ustedes como se desliza un espagueti en la cazuela; ese espagueti que no ha llegado a ser izado por el tenedor y se quedó en el borde? Pues así me deslicé yo desde el borde de la cama hasta el suelo, cuando un movimiento en falso me hizo perder pie tonto mientras colocaba con mucho mimo un calcetín en el pie bueno. me deslicé a cámara lenta como un espagueti subnormal en su cazuela. Me caía y ya nada podía hacer por remediarlo.
-¿Se puede saber qué haces revolviéndote panza arriba como un cangrejo lisiado?-, dijo Marisa al encontrarme en el suelo, buscando el movimiento mágico que le devolviera la dignidad a mi postura(Marisa se estaba poniendo un poco dura conmigo a causa de mi hemiplejia y a causa de que mi hemiplejia no me había aportado ni un tanto así de cordura y sensatez).
Ya lo veis, ni una pizca de piedad. Bueno, sí, un poco. Se tiró en el suelo a mi lado y trato de enseñarme los movimientos correctos para volver a la postura inicial.
- Mira, ¿ves?. Mueves las dos piernas a la vez, así, juntitas, y luego te impulsas con tu dorsal bueno, así solo te faltará la mano tonta...La coges con la mano buena y la pones en posición acorde con el resto del cuerpo. ¡Ya casi estamos a cuatro patas...!¿Pero qué haces, cielo? No estás repitiendo mis movimientos. ¿Es que quieres quedarte ahí, panza arriba, el resto de tu vida?
- No pienso hacer nada, eres mala y no me quieres ayudar a levantarme.
No me lo podía creer, en vez de ayudarme tirando de mí hacia arriba estaba impartiéndome una clase rápida de Tai Chi.
- No pienso ponerme a hacer cosas orientales con mi cuerpo así que ya puedes ayudarme a levantarme o traerme un cuenco con sopa y una manta.
Se fue al salón meneando la cabeza y escuché la sintonía de Century Fox, señal inequívoca de que Marisa se disponía a ver un video ignorando mi situación. No me trajo el cuenco ni la manta.
Durante los tres días siguientes ocurrieron muchas cosas: El vecino vino a por azucar, Marisa se fue a trabajar y volvió y se fue a trabajar y volvió varias veces ( ¿os dije ya que trabaja de reponedora en unos grandes almacenes?), sonó el teléfono dos veces y la vieja de abajo le chilló al gato porque se había meado; alguien tropezó con nuestra alfombra haciendo un ruido sordo contra la puerta, Marisa me sorteó varias veces para llegar a la cama y tiró sus calcetines muy cerca de mi cara y una ambulancia debió recoger a alguien en nuestro piso porque vi las luces proyectándose en el techo y luego escuché voces alarmadas en el patio de luces; Marisa me sorteo varias veces para salir de la cama y una vez me tocó con el pie en la oreja sin darse cuenta. Quería dejar claro que no me movería de allí hasta que alguien me izara y ni Marisa ni yo estábamos en esta ocasión dispuestos a dar nuestro brazo a torcer.
Por fin apareció la sobrinita de 8 años de visita y me preguntó qué hacía y se lo expliqué. Le dio la risa y me enseñó una forma de levantarme que me pareció más occidental y que consistía en, aprovechando mi estado de inanición , intentar abrir el embalaje incorrupto de mi Madelman de la policía montada de Canada y extraer el juguete para hacer sabe dios qué con él. Moví las dos piernas a la par, juntas la rodillas para que la mala se solidarizara con la buena, e impulsándome ayudado también por el codo izquierdo, conseguí alzarme con una fuerza sobrehumana, producto de ese odio visceral que siempre tuve hacia los niños que tocaban mis juguetes, y romperle el tabique nasal a la sobrina con mi cabeza al tiempo que emitía un alarido infrahumano.
A Marisa no le hizo gracia pero como mi sobrina tampoco le hacía gracia pronto estuvimos riéndonos juntos al ver como se deslizan los espaguetis en la cazuela.
En la imagen, una de 4 o 5 páginas.

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