jueves, 17 de marzo de 2011

¡¡APAÑATA!!




Marisa invitó a sus dos primas para presumir de marido tullido y de esposa abnegada. Me dijo que pusiera cara de lerdo y me mostrará especialmente inútil porque en su familia siempre la habían tachado de irresponsable y egocéntrica y quería quitarse el sambenito, cuidando de su pobre marido semivegetal. Lo de irresponsable se debía en realidad a que la habían pillado, precisamente el marido de la prima más alta, chupándosela al segundo marido de su madre en el servicio de caballeros el día en que contraían matrimonio. Marisa no es de hacer mamadas pero ese día hizo una excepción porque el novio se parecía asombrosamente a Paul Newman en "El color del dinero" y yo creo además que tenía un poco de pelusa porque su madre la eclipsaba. Veréis, Marisa era una adolescente fea y esmirriada que se refugiaba en sus revistas sobre equitación y el mundo ecuestre en general, que por alguna razón ignota le atraía desde que tenía uso de razón. Un día que se tomó dos tintos picudos me contó esa historia y, por más que me explicó muy claramente la sucesión encadenada de pequeños procesos mentales que la llevaron a entrar en el servicio de caballeros y arrodillarse ante su padrastro, no era capaz de visualizar en mi mente las imágenes que me describía. Mi Marisa no.
-¡¡¡POR DIOS MARISA, SI A MÍ NO ME LA CHUPAS NI MIENTRAS DUERMES !!!
Marisa no entendía lo quería decir y una lucecita que se encendió trémula en mi cabeza calva me dijo que era mejor que yo no se lo aclarara. En boca cerrada no te abren la cabeza con un cenicero. Resulta que a mí me gusta que me la chupen como a todos vosotros si sois gente cabal; pero mi Marisa dice que si los genitales humanos hubieran sido creados para ser lamidos llegaríamos a ellos con la boca, para que otra persona no tuviera que hacerlo por nosotros y he de reconocer que ese argumento me desarma porque yo mismo llevo toda la vida intentando chupármela y renegando de Dios por crear a un ser imperfecto incapaz de ponerse la polla en la boca. Pues bien, en algunas ocasiones he intentado introducir mi pene en su boca mientras duerme aprovechando que lo hace con los labios desmesuradamente abiertos, pero siempre parece advertir la presencia cuando está a unos milímetros y entonces carraspea, cambia de postura o dice algunas palabras sonámbulas que me asustan; y siempre desisto. De todas formas también es posible que en caso de conseguirlo la falta de aire o la sensación de polla en la boca la asustara y me cercenara el miembro con sus dientes tan blancos y pequeñitos. Pero divago de nuevo.
El caso es que venían sus primas a tomar el café y accedí a los deseos de Marisa. La idea era que yo hiciera ver que había perdido el habla y el entendimiento además de la movilidad de la mitad derecha de mi cuerpo, lo que convertiría a Marisa en una heroina novelesca merecedora de la beatificación. A mí también me apetecía babear un poco y emitir sonidos guturales y lastimeros porque siempre me ha hecho ilusión atender así a las visitas de compromiso. Aunque no os lo creáis, todavía recuerdo con nostalgia como impregnaba de saliva las rodillas de mi tía la hijaputa ( todo el mundo decía al verla: ¡qué buena está la hijaputa!), cuando aún no contaba tres años de edad. Las primas estaban ajadas de hijos y divorcios y, a pesar de conservar todavía algo de la belleza de la juventud, tenían ese rictus desencantado y esas caras pintadas que tanto asco me da en las mujeres que llevan la ropa puesta. Me besaron y me pasaron la mano por la cara, ocasión que aproveché para derramar un montón de saliva acumulada. En seguida se enredaron en las historias de sus vidas y me ignoraron, aunque de cuando en cuando me dirigían algunas palabras infantiles con voz de pito.
-¡¡AAAPAAÑATTA!!- Respondía yo, agradecido.( Regurgitaba un poco de lentejas).
Tal como habíamos convenido, a una señal de Marisa, me oriné encima y la reunión se dio por terminada.
- ¿Qué te han parecido mis primas?
-Pues por teléfono me parecían más viejas.
- ¿Por teléfono...?
- Sí, esta mañana llamó una de ellas para confirmar la visita. No hablamos mucho rato porque se me estaban quemando las patatas.
¿Os dais cuentas de lo putas y disimuladas que eran las primas de Marisa y de lo imbécil que soy yo en casi todas las ocasiones?

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