lunes, 10 de octubre de 2011

EL NIÑO QUE ENSEÑABA LA PIRULA.


Siempre pensé que hablar del tiempo es una frivolidad de relleno que solo sirve para establecer contactos esporádicos con desconocidos que te importan una mierda o hacer más llevaderas las compañías forzosas en tiendas y ascensores. Cuando tenía la peluquería no me quedaba más remedio que hablar del tiempo con los clientes y para entretenerme le daba giros desconcertantes a la conversación. Un día me dijo un señor calvo de ojos saltones que este tiempo no era normal y, mientras le arreglaba las patillas y la nuca, le hablé un poco del tiempo:
 -Nononononono, no señor. Es una mierda de tiempo. Es asombroso el tiempo que hace. Si me dicen hace 30 años que iba a vivir para ver un mes de agosto como este no me lo hubiera creído. Aunque recuerdo otro agosto peculiar. Estaba lloviendo y pasaba las vacaciones en el pueblo. Había una niña de mi edad(13 o 14 años) que se refugió debajo del horreo conmigo y otro niño más joven que también se atechó con nosotros. El niño no decía nada y solo miraba como hablábamos y nos reíamos la niña y yo, pero en un momento dado se sacó la pirula y se quedó mirando para nosotros con cara desafiante. Luego dijo que éramos unos gilipollas y y que yo le tocaba las tetas a Patricia ( era el nombre de la niña) y se fue corriendo bajo la lluvia. Lo de las tetas de Patricia era porque andábamos siempre juntos y seguro que corrían rumores, pero yo de aquella no era muy listo para esas cosas y ya me estremecía con solo rozarle un codo.
El señor se quedó mirándome con cara asombrada. En ese momento entró un cliente, de uno 40 años de edad, y dijo:
- Voy a tomar un café y vuelvo, guárdeme la vez, si me hace el favor- y se fue.
Me acerqué a la oreja del  cliente que todavía estaba rumiando la historia del niño y la pirula y le dije:
- Joder, no se lo va a creer, pero ese que acaba de asomar por la puerta es el niño que nos enseñó la pirula a Patricia y a mí, hace cosa de 30 años. Creo que no me ha reconocido.
Al señor se le habían puesto los ojos tan saltones que parecía que iban a saltar como los corchos de una botella de champán. No sé si entendéis lo que os quiero decir.
Pop, pop.
- Pues le voy a hacer un corte de pelo que se le van a quitar las ganas de andar por ahí enseñando la pirula- Y terminé con el calvo, que seguía sin articular palabra.
Se cruzaron en la puerta.
- ¿A que no sabe usted lo que le acabo de contar a ese tío de los ojos de huevo?- , le dije al nuevo cliente ( que no era en realidad el niño de la pirula), mientras le colocaba la capa.
Y se lo expliqué todo como acabo de explicároslo a vosotros.
¿Hablar del tiempo? Sí gracias, vosotros dadme pie que yo os cuento.
En la imagen, una de 5 páginas sobre el tiempo.

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