miércoles, 28 de marzo de 2012

DOS MOSCAS BUSCANDO AZUCAR Y UN VIEJO QUE RESPIRA MAL

Cuando Marisa y yo empezamos a salir tuve que renunciar a mis principios y vestirme como una persona normal, con mi americana color mostaza y mis pantalones de pana roja y unos zapatos y todo. Empujaba hacía la zona cero de mi calva los largos mechones que se alzan graciosos en los laterales de mi cabeza y conseguía cubrirla medianamente haciéndolos girar en espiral, aunque no tardaban ni un par de horas en volver a la posición inicial. Cuando la relación ya estaba consolidada volví poco a poco a salir a la calle en zapatillas de cuadros y chándal y mis mechones fronterizos se alzaban dementes como si quisieran limpiarle el polvo al cielo. Marisa estuvo unos días meditabunda como si algo importante se fraguara en su cabeza y un día en que advirtió que unas parejas que tomaban el vino en la mesa de al lado parecían encontrar gracioso mi aspecto, me lo dijo.
- Mariano, la gente se ríe de tus zapatillas y tus mechones esquineros y el chándal rosa y me da mucha vergüenza. ¿Es que no te das cuenta de que hace dos semanas que no te beso en público?
A veces se enciende una lucecita en mi cabeza y tres o cuatro neuronas que normalmente permanecen en estado vegetativo se despiertan al unísono para hilvanar juntas un razonamiento complejo que me deja fatigado y estupefacto durante varios días con sus noches.
- El que se avergüenza del ridículo ajeno debería probarse una nariz de payaso y sentarse a cagar delante de un espejo.
Marisa se quedó un rato pensativa y luego dijo:
- Eso que has dicho es muy bonito, pero eres tú el que debería avergonzarse y no yo, de ser blanco de burlas cada vez que sale de casa.
- Las fronteras que separan el miedo al ridículo y el complejo de inferioridad son muy escurridizas.
- Vaya, ¿Y eso qué quiere decir? Me estás asustando.
Estuve un rato intentando tirar del hilo de mis pensamientos para componer una explicación coherente.
- Ay, Marisa, me va a estallar la cabeza- dije.
En la mesa, una mosca se paseaba con otra mosca encima y todo hacía sospechar que buscaban el azúcar que se derrama de los sobrecillos para el café. Por otro lado, en una mesa del fondo había un viejo que respiraba mal y su boca semiabierta enseñaba constantemente los dientes de abajo   y nunca los de arriba.
En la imagen, página 1 de 5


viernes, 23 de marzo de 2012

LA CUCHARA DE LA RECEPCIONISTA DEL HOTEL DE ANDORRA


Cuando trabajaba de fregaplatos en un hotel de Andorra iba siempre hecho un cerdo sudado y salpicado de salsas y comida y al empezar a trabajar una recepcionista gallega de piel de melocotón y rubores en las mejillas que me hacían pensar en los de sus nalgas, comencé a seguirla con la mirada y añorar esa entrepierna que nunca sería mía. Estaréis pensando que no se puede añorar algo que no se ha visto ni poseído pero os equivocáis y no pienso perder el tiempo argumentando mi afirmación. El caso es que la chica tomaba siempre de postre yogurt de fresa y dejaba al lado de la pila de platos sucios del personal su envase vacío con la cuchara lamida, cuando terminaba su turno de almuerzo. Sí, lo habéis adivinado. No me leáis así, vosotros también lo haríais. Me metía su cuchara en la boca y pensaba en su saliva impregnando mi lengua, mezclada con el yogurt. Siempre procuraba que nadie me viera hacerlo pero un día ocurrió que la chica dio la vuelta para recuperar algo que se había olvidado en el comedor y me sorprendió lamiendo la cuchara. Pensaréis que la cuchara no tenía nada de especial que la identificara como la usada por ella pero sí tenía algo de especial mi manera de sacar toda la lengua cuan larga era y lamer con la punta la superficie del cubierto susceptible de  haber mantenido más contacto con la lengua de ella, como si de un clítoris se tratara. Se puso colorada como un centollo pero no sé si a causa de mi lascivia lamedora de cucharas o de adivinar que se trataba de la que ella había dejado allí minutos antes. De todas formas, ese día, al salir del trabajo, me emborraché como de costumbre para evitar pensar en cocinas, sudor y recepcionistas hermosas e inalcanzables. En el décimo bar había una camarera francamente repulsiva. No es que fuera poseedora de una fealdad achacable a ningún defecto en concreto, sino que tenía aspecto de haber sido concebida por una iguana y un ornitorrinco y maltratada por ellos durante la infancia. En el bar casi no había nadie pero tampoco era cosa de salir huyendo sin tomar nada porque estoy convencido de que eso era algo que hacían muchos clientes en potencia antes de haber cruzado del todo el umbral de la puerta y no quería ser uno más clavando puñales en el corazón de aquella mujer. Pedí un café irlandés con mucha nata y estuve un rato largo dando cuenta de ella a base de pequeñas cucharadas lacónicas, antes de empezar a beber. En la tele había un anuncio que no se acababa nunca en el que Chuck Norris intentaba vender algo para estar en forma. Me imaginé que me compraba ese artilugio y al cabo de unos meses empezaba a parecerme a Chuck Norris y me salía esa cosa debajo de la nariz. Se lo comenté a la camarera y empezó a reírse como una lunática porque probablemente nadie le contaba cosas graciosas nunca. Me asusté, pagué y me fui, pero al salir y sentir el frio del invierno andorrano caí en la cuenta de que me había dejado la chaqueta dentro. Justo antes de entrar me dio tiempo a ver a través del cristal cómo la camarera lamía lujuriosamente mi cuchara así que esperé unos segundos para no avergonzarla. Pedí una copa de orujo y mientras me daba la espalda para coger la botella imaginé su pantalón bajado hasta la mitad del culo.
Era de un pueblecito del sur de Portugal, echaba de menos a su perro, la chupaba con avaricia y meneaba el culo como una auténtica  profesional.

jueves, 15 de marzo de 2012

GRAPAS, DOCUMENTAL SOBRE FANZINES Y MI APORTACIÓN AUDIOVISUAL

Ya ha salido el video Grapas sobre fanzines. Yo había enviado un video en el que salía yo jugando con un bob esponja que se follaba a una especie de  barbie y me subtitulaba a mi mísmo porque no me gusta hablar en público, pero tuvieron que prescindir de ese y de muchos más porque se les acumuló demasiado material. Aquí debajo tenéis mi aportación que al final no salió y picando en el cartel o en el video Grapas  tenéis el excelso documental. El mío  es graciosísimo a la par que nauseabundo

lunes, 12 de marzo de 2012

COMO LOS SAPOS CIEGOS Nº 65

El número 65 ha salido de ese cerebro, como todos los demás.

EL QUE NO TRABAJA ES PORQUE NO QUIERE


Pues resulta que ese Domingo me desperté con una extraña sensación de compromiso social y comunión con la humanidad y me agregué a la manifestación de las 12 contra las reformas laborales que iban a afectar a todo el mundo menos a mí, que no tengo ambición ni envidia de poder y bienes porque casi siempre me las he arreglado para que mis allegados la tengan por mí. También es verdad que el precio a pagar ha sido meses de atún y pasta, vino de cartón y colillas recicladas, pero siempre con el sosiego que le da a uno disfrutar de los pequeños placeres gratuitos que la vida pone a nuestra disposición y casi nadie sabe apreciar: Las horas muertas en la sala de urgencias presenciando el pequeño teatro de la sala de urgencias, algo que practico a menudo desde que descubrí que no había que pagar por sentarte allí y nadie te preguntaba nada. Tener acceso a las miserias de la gente justo cuando se encuentran bajos de defensas es algo muy sano para la autoestima. Allí estaba aquella chica tan guapa que te miraba como a una larva en el instituto y podía comprobar que su vida era una mierda y tenía un hijo que a veces enfermaba y que la pobre vivíría constantemente bajo el estrés que produce la posibilidad de que la muerte se llevara a su hijo antes que a ella. Ja. El camarero machirulo que te miraba también como a una larva desde su lado de la barra y ahora tenía la frente contraída por el dolor  y casi lloraba apoyando su cabeza en el regazo de su novia. Al poner la oreja te enterabas de todo y resulta que solo tenía fiebre y mal enfermar. Ja.
Podría pasarme horas hablando de las salas de espera de urgencias pero hay más cosas gratuitas: En las estaciones de tren todo es menos dramático, pero las despedidas son de risa. Unos lloran y otros lo intentan para que el que se va o el que se queda no se sienta ofendido. Las chicas guapas y jóvenes que se van solas te hacen pensar en la felicidad de la adolescencia y en el rubor de sus nalgas, de tan inocentes y alegres y parlanchinas que se las ve. Pero bueno. Si sigo hablando no os podré contar lo de la manifestación. Todo el mundo gritaba consignas y coreaba la internacional en pequeños grupúsculos. Gritaban: ¡¡REFORMA LABORAL, TERRORISMO EMPRESARIAL!!, o ¡¡LA REFORMA LABORAL, PARA BANCA Y PATRONAL!!. Yo me sentí obligado a chillar alguna cosa que viera yo que venía a cuento así que me encaré con un  policía municipal que dirigía el tráfico y desviaba a los conductores a las calles adyacentes y le chillé con mirada de indignación y la vena del cuello hinchada:
- ¡¡HIJO DE PUTA, ¿ES QUE NO VES QUE TUS HIJOS PODRÍAN ESTAR AQUÍ?!!
- Joder , Mariano, tú siempre dando la nota, anda y vete a tomar unos vinos que esto no es lo tuyo- , dijo el municipal después de darme 5 euros-  El rompeolas debe ser un espectáculo ahora mismo, creo que hay unas olas de 7 metros.
Era Ernesto, que no lo había conocido por el uniforme. Siempre fue un listillo un poco sobrado pero también era generoso y tolerante e intentaba llevarse bien con gente de todos los pelajes, lo que le traía algunos disgustos cuando íbamos al instituto porque no era capaz de entender que la bondad y la filantropía no te inmunizan contra la posibilidad de que algún hijo de puta te apuñale por la espalda o te de por el culo directamente en cualquier momento de tu vida. Yo le tenía un poco de envidia por su éxito con las mujeres y le hice algunas perrerías, como meterle una bolsa de heces en la mochila o mearle la taquilla, y él, a pesar de haber descubierto finalmente al culpable, se comportó de una forma venerable como era propio de él y no me dijo nunca nada ni me hizo notar enfado. Ahora había tenido la oportunidad de resarcirse y en vez de eso me recomendaba y pagaba unos vinos y el rompeolas, ya veis, hay gente que ha nacido para llevar hostias y Ernesto parecía ser uno de ellos. Le di las gracias asegurando que estaba metido hasta las orejas en la lucha obrera aunque él no lo pudiera entender por ser un parásito al servicio de un sistema corrupto y me alejé de él asqueado y gritando una nueva consigna que no tuvo mucho éxito y me animó finalmente a seguir el consejo de Ernesto, muy a mi pesar:
- ¡¡EL QUE NO TRABAJA, ES PORQUE NO QUIERE!!, ¡¡EL QUE NO TRABAJA, ES PORQUE NO QUIERE!!  

viernes, 9 de marzo de 2012

MARIANO Y MARISA SE AMAN


Siempre pensé que la chicas guapas no se tiran pedos o si lo hacen no huelen y mi Marisa ha alimentado esta creencia no dejando jamás ningún rastro olfativo de los gases de su intestino grueso y ni aún después de encerrarse en el baño y escuchar yo claramente esos plops y esos prrreps he conseguido saber cómo huelen sus excrementos al aspirar con la cabeza en la taza después de salir ella; llegando a sospechar incluso que su organismo angelical los convierte en materia esponjosa, rosada y perfumada o que quizás ni siquiera caga y tiene una cinta grabada con ruidos de defecación para ocultar su naturaleza etérea y celestial. Pero hace dos noches vino un poco borracha de una reunión de radiólogas (¿os dije ya que es radióloga?) y ya en la cama los dos se tiro un pedo de esos que hacen "fffffffff". Mis ojos se anegaron en lágrimas de la emoción. Metí la cabeza entre las mantas y , efectivamente, aspiré el pedo más infecto y maloliente que haya llegado jamás a mi nariz, pero lo hice lleno de amor y alegría por comprobar cómo Marisa se humanizaba en mi presencia y se hacía más accesible (porque no hará falta que os diga que convivir con una persona etérea de inteligencia penetrante puede ser complicado para un tipo como yo). Estuve un rato abanicando con la manta y aspirando hasta que ya no quedó nada; pero esa sensación siempre estará grabada con huella indeleble en mi mente, ligada a un intenso sentimiento de amor imperecedero.
Mi Marisa es un Ángel.

jueves, 8 de marzo de 2012

CÓMO PINTO CON PHOTOSHOP

Aunque mi humildad natural me impedía hacerlo, finalmente, y a instancias de algunos amigos, me he decidido a explicar algunos de mis trucos(no todos) para pintar mis dibujitos con photoshop y una wacom. El video es de baja calidad pero creo que los que ya conozcan el photoshop entenderán por donde van las cosas y que opciones se abren y los que no pues os dará igual que no se vean las letricas pero a lo mejor os gusta también. Hice un dibujito sencillo de Mariano en un bosque porque son elementos que hago muy a menudo y así quedaría mas ágil y dinámico. El video comienza con un dibujo a lápiz y barra de grafito escaneado. Que os preste.

miércoles, 7 de marzo de 2012

SIGUIÉNDOLE LA PISTA A LA BOLSA



Usando photoshop como si fuera un montón de botes de pintura, unas ceras y algunas brochas y espátulas

martes, 6 de marzo de 2012

UN TIPO GRANDE QUE NECESITABA ESPACIO VITAL



Aunque todo el mundo piensa que no tuve amigos la verdad es que si los tuve. Estaba Oscar y no recuerdo quién más. Teníamos 20 años o por ahí. Oscar era un tipo que necesitaba mucho espacio vital porque era  enorme y además hijo único y cuando nos encontrábamos para tomar un vino nos colocábamos a 6 o 7 metros de distancia y hablábamos así, a viva voz, de nuestras cosas. La cosa es que casi nunca nos contábamos intimidades porque a esa distancia y en ese tono todo el mundo se enteraría y por lo tanto nunca llegamos a conocernos demasiado bien. En realidad cada uno tenía formada una opinión sobre el otro en base a lo que compartíamos de esquina a esquina de la barra del bar, que eran frases carentes de contenido y opiniones poco comprometidas, destinadas a ser aprobadas por camareras, familias que cenan con sus niños, albañiles borrachos, comerciales borrachos, señores jubilados que toman el vino antes de irse a cenar, etc...
- ¡¡PUES ME ALEGRO DE QUE POR FIN VUELVA EL BUEN TIEMPO, AUNQUE LA LLUVIA TIENE UN CIERTO ENCANTO AL ABRIGO DEL CALOR DE LA BARRA DEL BAR!!-Dije yo un aciago día, extralimitándome y exponiendo quizás una opinión quizás demasiado personal.
-¡¡A MÍ DÉJAME DE POESÍA, QUE YO SOY UN CURRANTE!!- Zanjó él. Se ponía colorado si la conversación delataba algún tipo de sentimiento sobre algo, ya veis.
Entonces caí en la cuenta de que ahora todo el mundo se había enterado en el bar de que mi corazón albergaba sentimientos hacía la lluvia y me avergoncé y chillé, entre risas:
- ¡¡ES VERDAD, DONDE ESTÉ UNA BUENA PUTA QUE SE QUITE LA POESÍA!!.
¿Veis? Me faltaba inteligencia social. Todo el mundo , incluso el más imbécil, se había dado cuenta de lo impostado de mi afirmación, y mi amigo Oscar se azoró y miró para otro lado.
- ¡¡BUEN DÍA PARA EL PEZ PLÁTANO!!- Chillé, intentando arreglar las cosas. Había leído ese libro de Salinger hacía un mes y desde entonces reventaba de ganas de decir la frase en público. Buen día para el pez plátano ¿No es genial? Mi amigo Oscar, al que había conocido hacía dos semanas compartiendo nuestros conocimientos sobre la mejor manera de encender una cocina de leña, apuró el vaso y se fue y ya nunca lo volví a ver. Pero la frase del plátano surge desde entonces de lo más profundo de mis vísceras cuando alguna situación me altera de alguna manera. Cuando la señora de la cola del supermercado cuenta céntimos, por ejemplo.
Así que no penséis que nunca tuve amigos, porque , aunque ni siquiera mi Marisa se lo crea, tuve uno durante dos largas semanas. Un tipo grande que necesitaba mucho espacio vital.
En la imagen, página 1 de 4 sobre el espacio vital.

lunes, 5 de marzo de 2012

SOY UN TIPO EXPRESIVO


Este de arriba soy yo cuando me dio el ictus en Enero del año pasado, luego me fui serenando y la cara me quedó así:


Ay, señor!. Somos tan poca cosa y tan rara qué casi no sé de qué nos sentimos tan orgullosos. Fíjense, se supone que por ahí dentro se esconde el alma y no sé cómo les salen a ustedes las resonancias magnéticas del cerebro pero a mí me hacen pensar que soy un monstruo malvado y que la única razón de que no haya cometido algunos crímenes de sangre es el miedo a las cárceles y sus pastillas de jabón en las duchas. Ahora que me veo en ese espejo de músculos y coliflor dentro del cráneo y ojos desposeidos de ternura, me siento capaz de salir a la calle armado con una motosierra y entrar en, por ejemplo, un banco. Me siento capaz de imaginar toda esa mierda que hay dentro del cráneo de la chica que me atiende y separárselo del cuerpo. Pero, ay, me dan miedo las duchas de las cárceles y sus pastillas de jabón que se caen.

sábado, 3 de marzo de 2012

FUTUROS TRUNCADOS ILUSTRADOS


Hace unos días hice un post que luego me dio para unas ilustraciones que son estas. Así que aquí repito el relato de Mariano para que todo quede bonito  FUTUROS TRUNCADOS:


A mí lo que me gusta es centrar mi atención en un punto fijo en la lejanía y comenzar a caminar sin perderlo de vista. Bien es verdad  que ese método no me deja disfrutar del paseo ni de las pequeñas incidencias que se presentan por el camino, pero es que lo que para el resto de los mortales son pequeñas incidencias que decoran la vida para mí son poderosos campos magnéticos que actúan sobre mi atención como cantos de sirena y pueden hacer que el final del trayecto sea tan imprevisible como caótico. Una bolsa de plástico que volaba juguetona me arrastró un día a un banco del parque donde una señorita muy guapa con un sombrero de colorines se colocaba los calcetines de rayas rojas, verdes y amarillas sobre el pantalón. Luego cogió la mochila y el piolet y se encaminó a la estación de autobuses y, cuando ya me disponía yo a subirme al mismo autobús que ella, se cayó una maceta de alguna ventana del edificio de enfrente y no mató a nadie de milagro, así que me aposté en el bar de enfrente esperando ver asomar una cara desde una ventana, o ver salir a alguien desde el portal para recoger el tiesto, porque no había viento y era poco probable que el tiesto se hubiera caído solo sin la mediación de un error humano, o quizás un intento de asesinato. Estuve un rato largo y cuando vi pasar el autobús y la cabeza de la chica con su sombrero de colorines y las pestañas melancólicas apoyada en la ventanilla me entró una especie de nostalgia de futuro truncado. Esto de añorar algo que pudo haber ocurrido es una mala pasada que me juega muchas veces mi imaginación hiperactiva. Yo no me subí al autobús y no me senté cerca de ella o incluso en el asiento de al lado así  que no me ofreció un trozo de  su bocadillo cuando comencé a salivar y relamerme poniendo mi cara de perro hambriento mientras ella lo mordía con sus pequeños dientecitos blancos  y capturaba con su lengua miguitas y rastros de foie gras que se habían quedado adheridos a su labio o incluso a su barbilla. Dios. Miguitas de pan y foie adheridos a su barbilla ¿Se lo pueden imaginar? Yo sí y los ojos se me humedecieron pensando en lo que pudo haber sido. Volví a centrar mi atención en la maceta rota y el geranio que agonizaba y pensé que, si la bolsa de plástico hubiera seguido esa dirección, la maceta podría haber caído justo encima de mi cráneo calvo y no haberme matado. Ahí teníamos otro futuro truncado. La maceta no me había dejado inconsciente y sangrando en la acera y no había sido trasladado al hospital ni me había despertado víctima de una amnesia total que me hubiera dado la posibilidad de comenzar una nueva vida desde cero. Si la maceta hubiera caído sobre mi cráneo provocando la amnesia no habría visto "Qué bello es vivir" ni "Rambo" ni "Rocky VI" ni tertulias de famosos ni habría tenido experiencias felices o traumáticas que imprimieran su sello con huella indeleble en mi trayectoria vital y todo sería diferente, mejor o peor, pero diferente. Pero no me dio tiempo a imaginar una vida diferente después de la maceta porque apareció un amigo de la adolescencia con un gorro de lana calado hasta las cejas y al preguntarle el porqué del gorro calado, dado que estábamos en verano, me explicó que su padre había  muerto, ayer, a las tres semanas de morir su madre. Me quedé mirándole con los ojos muy abiertos, y, sin entender muy bien la trascendencia de lo que me acababa de contar y no encontrando en ese hecho ninguna cadena de casualidades que pudieran hacerme imaginar un futuro truncado, recuperé la visión de la escultura de hierro oxidado que se distinguía apenas en la lejanía y que había elegido esa mañana como meta final de mi paseo. Recuperé mi norte.
-Alegrándome- le dije, tras unas palmadas en el hombro. Y salí de allí confuso y desorientado, buscando la escultura de hierro oxidado que nunca tendría que haber perdido de vista.