viernes, 26 de octubre de 2012

MARISA ESTABA MUERTA CUANDO LA CONOCÍ



Creo que ya les expliqué a ustedes que a mi Marisa la conocí en las redes sociales pero no les dije como. En mis primeros contactos con esa herramienta maravillosa de hermandad entre las personas de buena voluntad que es el feisbuk, andaba yo un poco desconcertado y sin saber qué hacer. Durante 6 meses me dediqué a dejar testimonio de mi soledad en mi  muro haciendo llamamientos desesperados a quien pudiera leerme:


Durante ese tiempo no caí en la cuenta de que no tenía amiguitos y por eso mis intentos de contactar con alguien eran infructuosos. Así que me dediqué a añadir amiguitos pero no encontraba a ningún conocido porque tengo pocos amigos o ninguno y los conocidos se limitan a venderme la fruta o el pescado o la entrada del cine, pero nunca me dicen su nombre ni me preguntan por mi salud o la de mi familia así que ¿quién era yo para invadir su intimidad solicitándoles acceso a todas esas porquerías que seguramente mostraban sin pudor en sus perfiles? De una de estas me encontré con el perfil de la frutera que es como una especie de actriz porno pero que todavía no sabe que lo es: tiene los labios así y los pezones apuntando en aquella dirección y los mofletitos y las dimensiones de todo lo demás pero no tiene la actitud porque todavía no sabe que es una actriz de películas de putas y sigue malgastando su vida repartiendo fruta y cobrando por ello. Un día vencí mi timidez ante las mujeres sobredimensionadas y le conté el chiste de los sellos aprovechando que solo había una vieja con un niño de unos 7 años que me imaginé que todavía no sabía hablar ni entendía nada de lo que yo ni nadie pudiera decir, a juzgar por el moco que asomaba de su nariz y su boca abierta. Quizás se lo solté de manera un tanto abrupta, antes de darle los buenos días.
-Hola, ¿qué le pongo?- me dijo la frutera
- ¿Sabes el chiste de la tía que cada vez que se duchaba le salían sellos del coño y fue al médico y este le dijo que no eran sellos sino etiquetas de  los plátanos?
-…-, se me quedó mirando como si mi cabeza fuera un calamar.
- ¿Te lo cuento?
-…-se me quedó mirando como si mi cabeza fuera un mejillón.
Me puse colorado, compré dos manzanas y una pera (la fruta se pudre) y me fui.
Así que me encontré con la frutera en feisbuk y le hice una solicitud de amistad que no obtuvo respuesta pero  me guardé su foto de perfil y le pedí a la hija de mi primo (que tiene 13 pero hace unas cosas acojonantes con el photoshop) que le pusiera la cabeza a unas fotos de putas del prívate que tenía de cuando era pre-puber. Eran unas putas con grandes matas de pelo en el coño que les llegaban hasta el ombligo y en casi todas tenían lecherazos en los muslos y la boca así que le dije también que si podía hacer que la cara de la frutera tuviera también semen en la boca y la barbilla y, a poder ser, algo también en la frente y las pestañas. La niña, que no era muy espabilada, le enseñó el montaje final a su padre explicándole que era un regalo para el primo Mariano y ya nunca me volvieron a hablar en la vida. En fin, que solo tenía un amigo que se llamaba señor zapato y solo colgaba cosas de zapatos y casi nunca quería escuchar mis confidencias.
Ya llevaba un par de años deambulando solitario por las redes sociales cuando me encontré un perfil muy raro, el de Marisa. En primer lugar  estaba todo en abierto y viendo sus fotos comprobé que su físico no me acojonaba pero me ponía la polla como una morcilla de burgos porque era menudita y yo ando bien servido y me imaginaba metiéndosela y reventando los huesos de sus caderitas y provocando terremotos de placer en sus vísceras. En segundo lugar se apellidaba Verdasco Parrondo y yo Parrondo Verdasco lo que me hizo pensar en que pudiera ser una prima a la que nunca conocí porque a lo mejor mataron a sus padres y se crió en un orfanato y a lo mejor hubiéramos podido compartir bañera de pequeños si la desgracia no se hubiera cebado en su familia. Y ahora viene lo más asombroso: ¡MARISA ESTABA A TODAS LUCES MUERTA!, a juzgar por los mensajes que la gente publicaba en su perfil desde hacía dos días: “Te llevaré siempre conmigo”; “Se que me cuidarás de allí arriba”; “Se me hace raro que ya no existas. Se me hace insoportable”. En fin. Era una muerta. Si no aceptaba mi solicitud de amistad no sería tan grave. La sorpresa. Aceptó mi solicitud y tardé una semana en atreverme a poner algo en su muro porque no sabía si sería correcto decirle alguna frivolidad estando tan reciente lo suyo con la muerte. Finalmente me atreví a colar algo entre los pésames y las añoranzas que poblaban su muro.


Ella me respondió.


 Le había hecho ilusión, pobrecita mía, que tanta gente la llevara en el corazón allá donde estuviera y que le atribuyeran la calidad de ángel  que brilla en forma de nueva estrella desde el firmamento.Creo que ella pensó que yo hablaba en broma y no quise sacarla de su error.
Eso. Solo quería contaros eso porque me pareció que fue algo curioso que merece ser contado. También deciros que, aunque ahora vivimos juntos, todavía disfrutamos chateando y colgando enlaces uno en el muro del otro, uno en la cocina y otro en el salón,  porque es como tener nuestra primera cita siempre presente.


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