miércoles, 19 de diciembre de 2012

VIENDO LA VIDA PASAR EN LA PLACITA DE LOS YONKIS

Mariano dibujado por Juarma

Mi Marisa se piensa que yo no he tenido nunca vida social ni amigos ni compañeros de juerga y a veces noto como se avergüenza de mí cuando estamos con sus compañeros de trabajo o con su familia y se me ocurre abrir la boca y me disculpa antes de que haya acabado de decir lo que tengo que decir.
 -¡¡JOLINES, MARISA, DÉJAME HABLAR, QUE SE VAN A PENSAR ESTOS SEÑORES TAN FINOS QUE SOY IDIOTA!!- digo yo entonces. Y se hacen todos unas risas de compromiso y alguno me da una palmadita en el hombro y dice “¡Este Mariano es mundial!”. Mundial. Como tu puta madre, soy mundial-pienso yo-,  que te piensas que lo sabes todo porque estudiaste carrera y te follas a aquella puta que trajiste a casa el otro día a cenar y te reíste de mi poesía sobre la pelusilla del ombligo y de mi teoría de que el universo no es más que una célula de un organismo cuyas dimensiones se escapan a nuestro entendimiento pero que caga y mea al igual que nosotros pero pasan millones de años de los nuestros entre meada y meada de las suyas. Sí señor. Durante el espacio de tiempo que hay entre un abrir y cerrar de ojos de ese organismo nace un bisabuelo de los nuestros y muere su tataranieto.  Así como lo cuento. Y en una de nuestras células hay también unos señores riéndose de las teorías de un Mariano. Para que lo sepáis.
Y es por eso que Marisa prefiere que me esté callado. Pero ella no sabe que yo antes era un tipo popular en la placita de los yonkis, por ejemplo, donde mataba el tiempo bebiendo cerveza y pillando borracherones con los indigentes y los drogadictos y los borrachos tristes y los alegres. Te meabas de risa con ellos. En realidad no es que yo estuviera muy integrado en el grupo porque creo que pensaban que estaba loco pero me dejaban sentarme en el banco de al lado y reírme con ellos, siempre manteniendo cierta distancia de seguridad. Un día llevé un pollo asado y no lo probaron por mucho que insistí así que tiré la mitad a la papelera y cuando ya me iba y estaba a 20 metros de distancia, pude ver por el rabillo del ojo cómo se abalanzaban sobre la papelera y recuperaban el pollo. No sé a qué se debía esa desconfianza que me profesaban pero una vez si capté cierto nerviosismo de manada cuando grité a viva voz, apuntando mi cara al sol, que mi corazón se remontaba como un somormujo y una felicidad difusa pero intensa recorría mi cuerpo en forma de orgásmico escalofrío.
 -¡¡MI CORAZÓN SE REMONTA COMO UN SOMORMUJO, AMIGOS, Y UNA FELICIDAD DIFUSA PERO INTENSA RECORRE MI CUERPO EN FORMA DE ORGÁSMICO ESCALOFRÍO!!- grité aquel día. Eran las 10 de la mañana. Hacía sol y frío y sospecho que a todos les hacía falta un trago. Luego un día aparecí de madrugada, antes que nadie, en el parque de la placita y solo había una chica durmiendo que resulto estar muerta. Era una yonki desdentada y como no había nadie cerca aproveché para manosearle las tetas, pero estaban frías y no me daba ningún placer. En eso estaba cuando caí en la cuenta de que a unos metros estaba el borracho viejo que se reía siempre como un conejo. Estaba cagando detrás de un mato y me miraba con ojos asombrados.
-Chisssst- le dije, y me metí la polla en el pantalón, me fui, y ya nunca volví a la placita de los yonkis.
Un relato inspirado en ese dibujo de Juarma

No hay comentarios: