sábado, 22 de marzo de 2014

MARIANO Y LAS FLORES DE BACH



Una amiga hechicera o cosa parecida  le regaló a mi Marisa un frasquito de flores de Bach personalizado para estabilizarme emocionalmente. Tenía que echarme unas gotitas debajo de la lengua cuatro veces al día y desde el primer momento noté su efecto, empezando por el pelo. Esos graciosos mechones que me dejé largos para cubrirme la calva y que siempre insistieron en intentar tocar el cielo, se posaron casi de inmediato sobre mi cabeza. Noté su tacto sedoso en el cuero cabelludo y unos instantes después me noté sensato, así que agarré un trapo de la cocina y puse todas las sillas al revés sobre la mesa. Limpié cuidadosamente las cuatro patas de cada una y observé que algunas tapas de fieltro se habían deteriorado o incluso ya no estaban. Bajé a la ferretería y me gasté 200 euros en fieltros de formas diversas de manera que nunca más me faltaran tapas para sillas y que cuando, dentro de 15 o 20 años, hubieran subido los precios, yo pudiera reírme del mundo, porque la sensatez que me había otorgado mi frasquito de flores de Bach me hacía ir diez pasos por delante.
El sofá y los butacones. Les di la vuelta y comprobé que no tenían fieltro. La cama. No, tampoco tenían fieltro. El escritorio de Marisa y mi mesa de hacer cosas sobre la mesa. Nada. Toda mi casa estaba sin fieltro protector. Los cuadros no tenían fieltro que protegiera la pared y el resto de muebles tampoco. Tumbé los armarios y desmonté los que se sujetaban con tornillos. Necesitaba fieltro en piezas grandes. Bajé a la ferretería. Allí estaba Marisa, comprando bombillas.
—¿No te habías dado cuenta de que no tenemos luz en el baño? —me dice.
—No, yo vengo a por fieltro para los muebles.
—¿Qué fieltro?
—Ayayay, que me parece que en casa hay alguien más que necesita flores de Bach. —dije, con retintín musical —¿Tiene 20 metros de fieltro?
En el ascensor, yo silbaba con sonrisa picarona. Qué contenta se iba a poner mi Marisa cuando viera todos los muebles patas arriba, esperando su fieltro.
—Deberías pedirle a tu amiga unas flores de Bach para ti. Son geniales—le dije, antes de abrir la puerta.

martes, 18 de marzo de 2014

Alguien debería meterle un tiro en la nuca a Pocoyo


—Pues que todo me parece absurdo, eso me pasa. Ya sabes que empieza pronto todo lo malo y no se puede hacer nada para pararlo. Está ahí. Lo noto en mis rodillas, en la armonía y precisión conque me muevo con el paso de los años. Ya no recuerdo los nombres de algunos de mis personajes preferidos o simplemente he decidido olvidarlos porque los desprecio. ¿Bob esponja? ¿Qué cojones pretenden, volvernos a todos subnormales? ¿Y a Pocoyo? Joder, alguien debería meterle un tiro en la nuca y acabar con sus penurias. Solo puedo hacer una alarde de prepotencia intentando mantener la mente y el cuerpo en mejor estado que los demás durante ¿diez años más? A la mierda. No se puede envejecer con dignidad. Te voy a pedir una cosa, mamá, y espero que no se te olvide, en cuanto veas que mi risa se vuelve falsa y enseño más los dientes de abajo que los de arriba al sonreír, ahógame con la almohada. Solo te pido eso y que no vuelvas a comprar Cola cao a sabiendas de que me gusta más el Nesquick.
—Vas a llegar tarde al cole —dijo mamá, con los ojos anegados en lágrimas.
—Claro que sí, el cole, sigue obviándome. El cole me duele ¿sabes? Siempre lo ha hecho. Es sórdido. Y deja de llorar, que yo no he nacido para que te sientas realizada como madre. ¡¡Méteme las putas galletas en la mochila, cojones!!

domingo, 16 de marzo de 2014

REBOTIJADOR

—Lo que no tengo muy claro es cuál fue su ocupación entre 1995 y 2010. ¿Qué es exactamente un rebotijador?
—Bueno, no sabía si incluirlo en el currículo. Es complicado de explicar. ¿Ha oído usted eso?
—¿Eh? ¿El qué?
—Como unos gritos.
—No...Entonces me dice que su trabajo de… —tragó saliva y frunció el ceño al releer la palabra en el currículo— rebotijador consistía en…
¿Y ahora?
—¿Qué?
—Son como unos gritos en algún idioma extraño. ¿No los oye?
—No, me parece que no.
Señalé con el dedo índice mi oído, dando a entender que esos gritos se estaban produciendo en ese mismo momento. Nos quedamos en suspenso unos segundos. Intentó decir algo pero le paré con la mano, agarrando su antebrazo.
—Ahora. ¿No los oye?
Buscó alguna cámara oculta a su alrededor.
—Rebotijador. —insistió.
—Preferiría no hablar de ello.
—Me guardo su currículo y en cuanto sepamos algo le llamamos.
Nos dimos la mano y cuando ya estaba a punto de cerrar la puerta detrás de mí me volví y le dije:
—¿Pero ustedes no pedían un rebotijador en su anuncio?
—Un diseñador gráfico.
—¿Y eso qué es?
No esperé la respuesta. Al pasar al lado de la recepcionista le hice un gesto con el dedo señalándole una mancha imaginaria en la comisura de los labios. Solo quería verla tocarse la boquita con el dedo. Qué bien lo hacía.
—En el otro lado…Ya está. Hasta luego.

martes, 11 de marzo de 2014

Entrevista de trabajo



—Me corté en el dedo ayer y echaba sangre como un aspersor por culpa del sintrom —dije, casi antes de sentarme.
—Vaya
—Y me llevaron al hospital con un torniquete y todo, pero no paraba de sangrar por lo del sintrom.
—Jo
—Al final consiguieron parar la hemorragia pero me mareé un poco y me puse amarillo y me tuvieron que tumbar en una camilla
—Vaya
—Mire que venda me pusieron.
—Ya.
—Pero ahora ya no estoy mareado ni nada.
—Claro
—Eso fue ayer.
—Veo que no has puesto en el currículo cuanto tiempo estuviste trabajando en la última cocina.
—No, en realidad estuve poco tiempo, no tenía que haberla puesto siquiera.
—…
—Y la cosa es que me parece que me apretaron mucho el vendaje
 —¿Qué tal te arreglas con los pescados y las salsas?
—Bien, si no me miran, bien, no me gusta cuando tienes la sensación de que los pescados te están mirando.
—¿Y eres rápido picando cebolla?
—Soy la hostia de rápido pero ayer me corté el dedo por querer ir demasiado rápido. En realidad no necesitaba cebolla picada pero a veces me pongo en casa a pelar y picar cebollas y no hay quien me pare. Me pongo unas gafas de buzo y una mascarilla y venga picar, 20 o 30 cebollas, y luego a la basura.
—¿Y por qué estuviste tan poco tiempo en la última cocina?
—Una tontería, No me gustaba mucho la iluminación que había y las ollas eran un poco viejas así que me abrí una botella de vino durante el servicio y me puse a comer ibérico a dos carrillos.
—Te echaron.
—Creo que sí. Bueno no. Me dijo el chef que si estaba bien de la cabeza y no me gustó eso que me dijo ¿sabe usted? No me gusta que nadie hable aleatoriamente de mi cordura.
—….
—¿Es usted el chef? —me atreví a preguntarle
—No, en realidad soy el propietario del restaurante.
—¿Trata usted con el público?
—Sí, ejerzo de jefe de sala.
—Pues espero que no le parezca mal lo que voy a decirle, pero si me va a contratar en su cocina quiero que empecemos con buen pie… ¿Es esperma eso que tiene en la comisura de los labios y el bigote? Porque debería limpiárselo antes de comenzar a recibir a los clientes?
Me dijo que ya me llamaría pero yo sabía que no. Además, si hubiera sido un poco listo me hubiera preguntado por qué tomaba sintrom y le hubiera dicho que estaba jubilado por infarto. Mañana me toca una entrevista para reparación de tejados y rehabilitación de edificios en general, me lo voy a pasar como los indios.