lunes, 14 de abril de 2014

Cabeza sin boca.



Sr juez
Soy profesor de literatura y me encanta enseñar y mi bella esposa es ilustradora, no le falta trabajo y goza de reconocimiento internacional. Tengo dos hijas encantadoras que ríen todo el rato y un perro mimoso que lame al gato que a su vez lame al perro.  Me gusta pasear, ir al cine, leer todo lo que cae en mis manos y amar a mi familia. ¡Soy feliz! Sin embargo, esta mañana no pude soportar las amargas lágrimas de la más pequeña de mis hijas al responder yo afirmativamente a su pregunta de si ella se tendría que morir algún día. Se lo expliqué de mil maneras, la consolé, le dije que es un paso más hacia otro plano existencial y que yo lo espero con curiosidad y casi con deseo. No podía, la niña no podía dejar de llorar. Así que decidí descolgar la escopeta de caza y, después de escribir esta carta y siempre sin dejar de sonreír, me borré la sonrisa de un disparo delante de ella. Solo espero que mi niñita no le tema nunca más a la muerte y que algún día nos encontremos allá donde quiera que me haya ido. Dele usted un beso a las tres de mi parte y dígales a las niñas que papá las está observando todas las noches desde la cabecera de la cama con su cabeza sin boca.

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