miércoles, 18 de febrero de 2015

El hombre más triste de este país.

El otro día me comentaban unos amigos que no sabían si eran imaginaciones suyas o la gente anda más triste por Gijón en el último o últimos dos años. Nos acordamos de “Ciudad vampira” de Nacho Vegas, la ciudad más triste de este país. Luego recordé a un tipo que, hace ocho o diez años, decía muy ufano y a viva voz en un bar, mientras se metía al coleto  jb con cocacola en vaso de sidra, que si no podía cambiar de coche cada cinco años, tomarse cinco cacharros por la noche y fumar un paquete de Winston todos los días, para qué vivir. Me imaginé a ese tipo tan escaso de inquietudes y tan orgulloso de su simpleza, sin trabajo ni sueldo alguno, seguramente el hombre más triste del país, caminando con desgracia por la avenida Schultz. Me imaginé que ese idiota pisaba una mierda y luego metía la suela en un charco para deshacerse de la plasta, de un color siena natural. Frotaba la suela contra el fondo del charco y luego se miraba los zapatos. Se le había quedado un trocito incrustado. Seguía frotando y no salía, la puta mierda. Me imaginé que se sentaba en un banco, ya resignado a llevar para siempre aquella mierda en el zapato, y ya se quedaba allí a esperar la muerte.

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